Sanando a tu niño interno



Para empezar esta sencilla sanación, colócate en una posición cómoda, ya sea sentado o acostado.

Respira profundamente, dejando que tu cuerpo se relaje. Toma entre tus manos tres rosas: una blanca, una rosa y una roja, llévalas a tu corazóny contacta con la energía divina que lo habita, contacta con tu Dios interno.

Una vez que lo hiciste, coloca la rosa blanca en tu corazón y sostén en tu mano derecha la rosa roja y en la izquierda la rosa. Siente la energía de las rosas circulando de tu mano derecha a la izquierda y de regreso, siempre pasando por tu corazón.

En este estado, imagina un momento de tu infancia en que te sentiste amado, protegido, alegre o en perfecta paz. Siente las energías materna y paterna acunándote, nutriéndote y acompañándote; integrándose suavemente a ti, sanando amorosamente al niño/a que fuiste, a tu niño/a interno. Permite que el niño herido que fuiste, se entere de que ahora eres un adulto capaz de cuidarlo, protegerlo y amarlo.

Agradece a las energías materna y paterna, a tu niño/a interno y a la energía divina por su presencia amorosa en esta sanación.

Inhala y exhala profundamente para que empieces a tomar conciencia de tu cuerpo y de tu entorno y abre los ojos. Coloca las rosas en un florero y déjalas cerca de tu cama para que sigas sintiendo su energía junto a ti. Cuando se sequen, devuélvelas a la tierra, para que completen si ciclo.


“La energía del niño/a merece ser acunada, nutrida, amada, protegida, honrada y dignificada.” LFM.

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